lunes, 9 de agosto de 2010

El celular llama dos veces



Sábado a la medianoche. El programa no es muy entusiasta pero al menos tranquilo. Los niños ya duermen y con Daniela mientras disfrutamos de ser nuevamente dos, estamos resignados al zapping con el control remoto ya que como la mayoría de los fines de semana, no hay nada interesante que ver en la tele.

Como dice el tango “afuera es noche y llueve tanto” y adentro el aroma del café nos hace sutil compañía junto a un recital que no representa el programa ideal de la noche ideal, pero tampoco nos disgusta.

Y allí estamos los dos. Haciendo catarsis de padres luego de un día agotador. Quizás no hay demasiado lugar ni tiempo para el romanticismo, pero si para reencontrarnos en el silencio acogedor de la sala.

En medio del disfrute, cortando el clima distendido, inoportunamente mi celular acusa un mensaje de texto recibido. Podría haberlo ignorado, pero no. Mi naturaleza esencialmente fatalista, me alarma por la hora en la que mi teléfono suena. El número es desconocido y leo el maldito mensaje: “hacemos algo cuchi? Pili se fue de viaje” Daniela, que también leyó el mensaje me mira con cara de “decime que es un chiste porque sino te mato” y yo absolutamente convencido de mi inocencia, le juro que no conozco a ninguna Pili y menos a ningún Cuchi.

Nos quedamos en silencio mirándonos sin decir nada. Seguramente el decir algo en momentos así debe de ser sumamente inteligente sino puede ser usado en tu contra. Me apresuro a beber el último sorbo de café que sabe mas amargo que hasta hace algunos momentos.

Estoy con la conciencia limpia y seguro que el mensaje no era para mí, ella misma esta convencida de ello, pero aquellas estúpidas palabras en la pantalla de mi celular cortaron con motosierra el clima que habíamos logrado construir con el café, la música y las luces bajas.

A los cinco minutos entra un segundo mensaje del mismo remitente anónimo. Ya debo jurar que me da pánico leerlo, es más, leérselo a Daniela que me mira vigilante e igualmente tensa. “Disculpa, el mensaje no era para vos”

Al silencio le siguió la carcajada por lo insólito del momento vivido. El sábado se había terminado al igual que nuestro café. Mejor apagar el celular e irnos a la cama.


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