viernes, 9 de octubre de 2009

Déjà vu al volante



Lo que me pasó hace unos días fue algo muy simple, pero de tan simple extraño, porque nunca me había percatado de ello.

Iba manejando el auto de mi hermana, llevándola al medico porque mi sobrinita estaba con fiebre (que de tan papera, se enfermó ocho de los diez días que mi cuñado estuvo de viaje) y en una esquina esperando que el semáforo me diera luz verde, me pasó.

Observe mis manos apoyadas al volante mientras movía mis pulgares dando golpecitos como signo de espera y una leve e imperceptible señal de impaciencia, y me di cuenta que eran idénticas a las manos de mi padre. Al modo de tomar el volante, de casi acariciarlo con los dedos, suave pero con firmeza para girar.

Pero no tan solo eso, las manos mismas eran idénticas a las de él. A las manos que yo observaba de chico desde el asiento trasero.

Es una estupidez, pero fue darme cuenta a los treinta y pico, que mis manos ya son adultas como las de mi padre. Y por segundos sentí ser él ¡Cuanto disfrute esos pocos segundos!

Fue experimentar en segundos algo ya visto. Un hermoso déjà vu que tuve al volante.


domingo, 4 de octubre de 2009

Transferencia


Después de todo, la muerte es una gran farsante.
La muerte miente cuando anuncia que se robará la vida,
como si pudiera cortar la primavera.
Porque al final de cuentas,
la muerte sólo puede robarnos el tiempo,
las oportunidades de sonreír,
de comer una manzana,
de decir algún discurso,
de pisar el suelo que se ama,
de encender el amor de cada día.
de dar la mano, de tocar la guitarra,
de transitar la esperanza.
Sólo nos cambia los espacios.
Los lugares donde extender el cuerpo,
bailar bajo la luna o cruzar a nado un río.
Habitar una cama, llegar a otra vereda,
sentarse en una rama,
descolgarse cantando de todas las ventanas.
Eso puede hacer la muerte.
¿Pero robar la vida?... Robar la vida no puede.
No puede concretar esa farsa... porque la vida...
la vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, de semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta
irremediablemente las tinieblas.

Hamlet Lima Quintana


Y sobre todo la muerte no puede terminar con la vida de un artista popular cuando vivirá por siempre en la memoria de su pueblo. Así vivirá la Negra en nuestra memoria y nuestros corazones.
¡Hasta siempre Mercedes!