lunes, 9 de noviembre de 2009

Derribando muros



Hace veinte años los berlineses festejaban la caída del muro. La noche del 9 de Noviembre de 1989 tanto los alemanes de un lado como del otro del muro de la vergüenza, utilizaron picos, martillos y todo que tuvieron a mano, para derribar pero a la vez a construir lo que sería el die wende (el cambio).

Hoy vi imágenes de aquel momento y me hicieron estremecer. Gente reencontrándose con sus familiares luego de veintiocho años de separación forzosa. La euforia era total, los berlineses se abrazaban, reían y lloraban mientras bebían cerveza que los propietarios de los bares de la zona decidieron regalar a modo de festejo. Y no era para menos. Fueron más de 120 Km. de separación absurda y dolorosa para todo un pueblo.

Visto como hecho histórico, representó todo un símbolo de paz y libertad para finalizar un siglo signado por las guerras mundiales.

Desgraciadamente veinte años después hay cientos de muros que siguen separándonos como familias, vecinos, conciudadanos, compatriotas… en fin, como seres humanos.

Quizás los muros que hoy nos separan no pueden verse a simple vista y necesitan mucho más que picos y martillos para romperse. La intolerancia, la insensatez, la falta de un criterio común, el individualismo, el consumismo, la codicia desmedida y la estupidez, están levantando paredes aunque invisibles, mucho mas poderosas y separatistas.

Quienes pelean a diario por un mundo sin contaminación, sin violencia, donde las personas puedan vivir dignamente trabajando; y sus hijos puedan estudiar y crecer sanos en todo sentido, son los que hoy levantan el martillo a favor del otro y de todos nosotros.

Por supuesto que mientras destruimos estos muros para construir, hay quienes contaminan nuestras aguas, talan nuestros montes, matan innecesariamente nuestra fauna; permiten la destrucción de generaciones enteras por el consumo de la droga; fomentan el odio y el rechazo por el abismo social existente, generando una violencia extrema.

Con esto no quiero hacer un discurso hipócrita, señalando a los que SI lo hacen, sino también a quienes pecan por omisión con su falta de compromiso, su desinterés constante y su impavidez preocupante.

Nunca es tarde. El mundo no cierra por refacciones.